París 13N

248435-604-604Ayer nos acostábamos con las primeras noticias de un atentado en París, al principio eran confusas, pero todo apuntaba a una serie de atentados terroristas simultáneos que habían dejado un reguero de muerte y destrucción.

Toda la ciudad se puso en alerta, se decretó el estado de alarma y tuvo que ser necesaria la intervención del ejército.

La población francesa y también la europea sintió pena, rabia y también miedo, que es el fin que persigue el terrorismo, generar el miedo en la población para, a través de este miedo conseguir otros fines.

En estos casos debemos, más que nunca, usar la cabeza y no dejarnos llevar por el pánico, cuanto antes demostremos a los terroristas que seguiremos haciendo lo que hacemos todos los días, antes se darán cuenta de que no van a conseguir nada.

Y no quiero decir con esto que las autoridades, o incluso a nivel particular no se tomen precauciones, pero siempre encaminadas a proporcionarnos bienestar, huyendo de venganzas viscerales dirigidas a quien es diferente. Dejemos a las instituciones que apliquen la ley y la justicia y nosotros demostremos que no tenemos miedo, que seguiremos yendo a conciertos, a pasear, a viajar, etc.

Pero no quisiera dejar de dirigirme también a las personas que han sufrido la tragedia de una forma más directa.

Toda muerte es dolorosa, deja un vacío imposible de llenar, mucho más si se produce de manera inesperada y repentina. Se pasa de estar con alguien a quien quieres, haciendo cualquier actividad normal del día a no tenerle, unos minutos antes estaba y ahora ya no.

Y cuesta, cuesta mucho asimilarlo, creérselo.

Pero todavía se hace más dolorosa, por incomprensible, el hecho de que la muerte la haya producido otro ser humano buscando no se sabe muy bien qué.

Lo que ha sucedido en París, todavía sobrepasa lo que se ha relatado en las líneas anteriores, puesto que se ha producido un asesinato en masa, creando numerosas víctimas entre personas normales, como tú y como yo.

El caos emocional que viven los familiares es inmenso, al principio no sabes nada, solo que tu hijo o tu hija están por la zona en la que se ha producido la masacre, después empiezas a intuir que algo le ha pasado, no contesta al teléfono, pero es tanta la confusión, que nadie te puede dar explicaciones. Cada vez el nerviosismo es mayor, si bien albergas la esperanza de que haya sobrevivido, de camino hacia el lugar de la barbarie pones la radio, sigues llamando por teléfono y nada. La desesperación aumenta, incluso cuando llegas no te dejan pasar porque la zona está acordonada, también el nerviosismo y la rabia se nota entre los policías, bomberos y sanitarios.

Todos buscamos un por qué, pero no lo encontramos, no existe, solo existe el que, la incertidumbre, el caos, la impotencia, la rabia, y al final, la muerte.

Te han indicado a donde ir, y allí estaba su nombre, en una lista, una lista que te ha facilitado alguien que ni tan siquiera te ha podido mirar a lo ojos, porque sabe que no hay consuelo.

No te lo crees y quieres verlo con tus propios ojos, pero eso tarda en llegar, finalmente, horas después te dejan verla y ahí se acaban todas tus esperanzas, solo te queda el vacío y el dolor.

Tardarás mucho tiempo en recuperar tu vida, y el vacío nunca se llenará.

Si algo pudiéramos decirte es que sientas, que no guardes tu pena, que intentes hacer una vida lo más normal posible en cuanto te veas con fuerzas, que te apoyes en tus amigos y seres queridos y que no descartes la ayuda profesional.

No te engañes, no podremos hacer nada por eliminar tu dolor, pero quizá podremos hacer algo para que puedas llevar una vida lo más normal posible a pesar de todo.

Nuestro cariño y solidaridad con todas las víctimas.

José Luis Ahedo

Orientador

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