Regla nº 5: Respeta los límites de velocidad, cada cosa lleva su tiempo.
Ahora, ahora, lo quiero todo ahora, todavía no he salido de casa y ya quiero estar llegando. Quiero estar un rato más en la cama, total los cinco minutos de más que voy a dormir, ya los recuperaré dándome prisa en la carretera. Al final, lo que me pasa es que no disfruto totalmente del tiempo que paso en la cama y luego, cuando me pongo en marcha, voy tan justo que al final se me olvida coger algo.
Salgo y voy muy deprisa, tan deprisa que no veo el camino, tan deprisa que no consigo captar la esencia de los lugares por los que voy pasando, tan deprisa que no puedo identificar el camino para hacer después mi mapa, tan deprisa que al final tengo que parar a descansar y no llego.
Cada decisión importante requiere un tiempo de meditación y de sosiego, pero a veces nos sucede que tenemos miedo a tener que elegir algo importante, y nuestro cerebro, que es muy sabio y que cumple fielmente su labor (darnos placer y evitarnos sinsabores), nos pone trampas en el camino en la forma de preocupación por algo más simple y así evita que nos centremos en lo verdaderamente trascendente.
Elecciones del tipo: que me pongo para salir, pantalón o falda, en fin, no lo se…. Así estoy entretenida, así no pienso en la elección verdadera. Lo que sucede es que finalmente acabamos por dar tanta prioridad a lo fútil que nos acaba generando la misma ansiedad que lo importante.
Lo que debemos hacer es vivir cada momento, ser conscientes de lo que estamos haciendo, con calma, con tranquilidad, dedicándole a cada decisión el tiempo que necesitemos.
Pensemos que estamos INVIRTIENDO tiempo, no perdiendo el tiempo. El ir a la velocidad adecuada nos permite disfrutar del camino y disfrutar del resultado.