La vida está llena de encrucijadas, continuamente nos vemos obligados a tomar uno de los varios caminos que se nos presentan, nos pasamos el día decidiendo, desde las cosas más triviales hasta las más importantes.
En contra de lo que normalmente se piensa, la mayoría de nuestras decisiones se toman instintivamente. Sin pararse mucho a pensarlas, sin tener en cuenta, aparentemente, más que unas pocas cuestiones que sopesar.
De hecho, se ha descubierto que tomamos mejores decisiones si tenemos en cuenta una buena razón que si tenemos en cuenta diez razones.
Nuestro cerebro funciona así por una cuestión evolutiva, es mucho más rentable para la especie humana en términos de supervivencia que nuestra mente funcione por heurísticos.
Es decir, resulta mucho más fácil sobrevivir cuando nuestro cerebro utiliza atajos (heurísticos) para tomar decisiones, para poner un ejemplo: Un ordenador procesa todas y cada una de las posibilidades que existen y de ahí escoge el mejor camino; el cerebro humano, no, el cerebro humano no procesa todas y cada una de las posibilidades que existen, sino que sólo analiza algunos factores, con lo cual podemos decir que la mayoría de las decisiones importantes son instintivas.
Y menos mal que es así, porque de lo contrario estaríamos perdidos, nos llevaría tal cantidad de tiempo decidir algo que tardaríamos una vida entera, en, por ejemplo, decidir que casa comprar.
Imagínate que vas al supermercado y tienes que comprar leche, si te pusieras a comparar todas las marcas de leche que hay y todas las características que tiene cada marca antes de decidir cuál comprar, te pasarías toda la mañana para comprar un simple litro de leche, ¡un día entero no te llegaría para hacer la compra!. Lo que hacemos es guiarnos por los atajos del cerebro, la experiencia, la pinta que tiene, la oferta, lo atractivo que el vendedor haya hecho que nos parezca, etc.
Ahora bien, el tomar estos atajos provoca que nos equivoquemos, precisamente ese es el precio que el ser humano tiene que pagar por ser rápido en decidir. Entonces ¿podemos hacer algo para minimizar el número de errores que cometemos?
La respuesta es sí, os proponemos una serie de pautas o reglas que van a facilitar la toma de decisiones, se trata de un decálogo que nos ayudará a elegir el camino adecuado.
El próximo lunes, 7 de enero, expondremos la primera de las reglas.