Para defenderse de una situación de “chantaje emocional” lo primero que hay que hacer es identificarla, saber que realmente se esta viviendo una relación “vampírica”, y no es tarea fácil puesto que quizá se vea como algo normal.
Las personas que se encuentran inmersas en la espiral de una situación anormal no siempre son conscientes de ello y hasta que no se encuentran fuera de esa vorágine, no se aprecia el hecho como, cuanto menos, atípico (por poner algo suave).
Una manera de darse cuenta de ello es teniendo relaciones con otras personas diferentes a las del círculo habitual. Dicho así, parece fácil, pero somos conscientes de que no lo es, porque lo que el “vampiro” hace es precisamente evitar que su víctima tenga relaciones con otras personas y mucho menos si intuye que le van a hacer ver la realidad.
Se excusará con frases como “te esta jamando el coco”, “tu no tienes necesidad de ver a gente como esa”, etc.
Lo que hay detrás de esas frases es, en realidad, un empeño por perpetuar el control, de esa forma siempre existirá un sometimiento.
Así, que sea cual sea la forma de relación que se tenga, es conveniente relacionarse con personas diferentes a las del entorno de la persona con la que habitualmente se convive. Si todo es normal, no habrá ningún problema, y si no lo es, se será consciente de lo que está pasando.
Una vez identificado el tipo de problema existente, el segundo paso será el intentar ponerle freno. Si ya existe la comunicación con otras personas, con las que además se comparten actividades, se habrá dado un paso muy importante, dado que se estará comenzando a trabajar el desapego de la persona vampirizadora y se empezará a trabajar la autonomia y la autosuficiencia.
El hecho de trabajar el desapego es compatible con querer seguir estando con alguien, pero transformando la relación en algo que sea beneficioso para los dos, que los dos se sientan realizados, pero no uno a costa del otro, sino como pareja.