La relación entre hermanos también puede dar lugar a que se produzca el “chantaje emocional fraternal”.
“Llego de trabajar y me encuentro con los platos encima de la mesa”, dice la madre a sus dos hijos, “no es justo que me pase todo el día trabajando y vosotros dos no seáis capaces ni tan siquiera de recoger lo que mancháis. Además, Juan, tu eres el mayor y deberías dar ejemplo a tu hermano”.
“La cosa no ha sido así…”, responde Juan, mientras Antonio permanece callado.
“Encima contestando, no quiero saber nada más, estoy hasta las narices, os he dicho mil veces que quiero la casa en condiciones y que os arregléis entre vosotros”.
Visto así, parece una escena más o menos normal y con el cabreo justificado de la progenitora. Pero debemos estar atentos a todo lo que pasa y hablar con nuestros hijos, sin juzgar y sin dar nada por supuesto.
Si hubiésemos visto lo que había pasado habríamos presenciado algo como esto:
Antonio dice con sorna: “Juan, ya puedes empezar a recoger los platos que luego viene mamá y se cabrea.”
Juan, enfadado, responde: “Estoy harto, siempre me toca a mi y tu no haces nada más que jugar con la consola todo el día, hoy no pienso hacerlo, y le voy a decir a mamá que siempre pasa lo mismo.”
Antonio, contesta sonriendo: “Tu verás, a mi me da igual, encima me voy a tomar un refresco y voy a dejar la lata encima de la mesa, para que aprendas.”
Escenas como estas pueden suceder en muchos hogares, un hermano o hermana abusa de la predisposición del otro y de que no quiere tener líos.
Los padres, que siempre ven que las cosas están hechas, cuando no lo están se enfadan y en realidad no saben, o no quieren saber, que uno de los hermanos está siendo oprimido por el otro, vampirizándole emocionalmente, pero cuidado, quizá algún día la víctima salte, se enfurezca y acabe produciéndose una ruptura total.
Pero hasta que eso suceda, es víctima de su propio entorno, que no comprende sus ansias por no tener sufrimientos innecesarios y soporta lo indecible hasta que ya no puede más.
La solución pasa por intentar poner freno a esta situación cuando es incipiente, antes de que se llegue a un punto de no retorno.